Las emociones: un recurso para mantenernos en contacto con nosotros mismos

Las emociones: un recurso para mantenernos en contacto con nosotros mismos

Las emociones forman un sistema de funcionamiento muy complejo, pero fundamental para nuestra salud mental, ya que nos conectan con nuestro mundo interior, y nos ayuda a relacionarnos y adaptarnos a lo que nos rodea en función de cómo nos sentimos en cada momento.

En muchas ocasiones nos pillaremos refiriéndonos a algunas de nuestras propias emociones, como negativas, y a otras como positivas. La realidad es que no existen emociones positivas o negativas, sino que todas y cada una de ellas son necesarias, ya que nos dan una información muy útil sobre cómo nos encontramos o cómo nos afectan ciertas situaciones, por lo que a partir de ahora nos referiremos a ellas, como emociones agradables, o desagradables de sentir.

Las emociones nos permiten movilizarnos, hacia lo que nuestro cuerpo necesita en cada situación. Por lo tanto, las emociones funcionan como una brújula interior que nos pone en contacto con nosotros mismos y nuestro entorno, y así poder actuar de una forma coherente con nuestra realidad.

Existen emociones universales que se expresan de la misma forma y en las mismas situaciones, en todas las personas del mundo. Por ejemplo, el «miedo»ante una serpiente, la «tristeza» ante la perdida de un ser querido, el «asco» ante un alimento podrido, o el «enfado» ante una situación injusta. A pesar de existir este idioma emocional universal, cada ser humano tiene su propio idioma emocional personalizado, que depende de las experiencias que cada individuo haya tenido en su núcleo familiar, por lo que cada persona tiene su propio código emocional.

Partiendo de esta base, es fundamental que te conozcas, que profundices en tu historia y en tus vivencias, ya que no todas las situaciones despiertan las mismas emociones en todo el mundo, sino que dependiendo de tus vivencias, unas situaciones te activarán unas emociones u otras. Lo que para ti puede resultar muy agradable, a otra persona, con otras experiencias diferentes, le puede resultar desagradable. Esto ocurre porque las emociones están muy relacionadas y condicionadas por las experiencias que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, generándose un sistema de funcionamiento emocional inconsciente a través del cual nos relacionamos con el mundo.

Unas de las cuestiones más importantes, es que no siempre somos conscientes del porqué sentimos determinadas emociones ante ciertas circunstancias. Llegando a veces a experimentar reacciones emocionales desproporcionadas a la situación real vivida.

Por ejemplo, ¿alguna vez te ha pasado que un olor, una imagen o un sabor, te ha llevado a sentir una emoción muy viva y profunda?. Como cuando escuchamos la melodía de la serie de dibujitos animados preferida, que veíamos de pequeños. En este caso, esa melodía (estímulo auditivo), conecta directamente (a nivel neuronal), con los recuerdos y vivencias de nuestra infancia, despertando en nosotros las emociones que van unidas a los recuerdos de aquella época. Dichas emociones pueden ser tan intensas, como si de repente nos transportaramos a nuestra infancia, sintiéndonos invadidos por las mismas sensaciones de aquella época.

Este tipo de eventos internos, ocurren porque se ha activado una «huella emocional inconsciente«. Este es un mecanismo que el cerebro activa automáticamente, de manera, que un estímulo del presente, conecta de forma directa con los registros del pasado, despertando así emociones que no corresponden a la realidad de nuestro presente real.

El hecho de profundizar en tu historia única, y tu manera de funcionar particular, te ayudará a entenderte y entender qué sentido tiene para ti cada emoción, así podrás gestionar de una manera más sana y efectiva, las emociones que te resultan desagradables.

Llegados a este punto, seguramente te hayas dado cuenta de la tendencia que tenemos a enjuiciar las emociones. Es decir, está muy socialmente extendido, que sentir tristeza es algo negativo, sin embargo, sentir alegría, todos diríamos que se trata de algo positivo. No nos paramos a reflexionar sobre la importancia de sentir tristeza cuando hemos perdido a un ser querido, o la importancia de sentir inquietud en una situación en la que no nos sentimos seguros. Estas emociones desagradables, nos ayudan a darle un lugar a cada experiencia, y poner en marcha estrategias para resolver esas situaciones y encontrarnos mejor.

En la mayoría de los casos, la tendencia es la de, no aceptar la emoción, no acogerla ni permitirme sentirla, sino juzgarla, resistirse a ella, y luchar para dejar de sentir «eso».

¿Os resultan familiares este tipo de frases?:

«No quiero sentir esto», «no puedo sentirme así de mal porque lo tengo todo», «con lo bien que yo estaba», «quiero estar bien ya», «porque tengo que reaccionar de esta manera, yo no quiero sentirme así»…

Luchar contra las emociones no hará que desaparezcan, el efecto será contrario, estarán más presentes. De ahí la importancia de aprender a aceptar tanto las emociones agradables, como las desagradables, acogerlas, aceptarlas, permitirte sentirlas y escuchar qué nos quieren decir. A partir de este punto en el que aceptamos las emociones sin juzgarlas, es cuando empezaremos a sentirnos más descansados, con más calma y tranquilidad para permitirnos ser seres humanos sintientes, individuales y auténticos, cada uno sintiendo el mundo legítimamente a su manera y desde su propia historia. Lo cual, por otro lado, nos dará más capacidad para comprender y aceptar, sin juzgar, las emociones de las personas que nos rodean.

 

«Que las emociones no te paralicen, sólo son una señal que tu cuerpo te proporciona para indicarte que algo está pasando dentro de ti»