Afrontar el duelo tras el fallecimiento por Covid-19 y sus pérdidas colaterales

Afrontar el duelo tras el fallecimiento por Covid-19 y sus pérdidas colaterales

 

El confinamiento, a pesar de ser la medida justa para contener el Coronavirus, está provocando consecuencias colaterales, no deseadas, a nivel psicológico en la población.
Desde que comenzó la actual crisis sanitaria y el confinamiento, todos en mayor o menor medida, estamos sufriendo pérdidas. La pérdida generalizada en toda la población y la más leve, es la pérdida de nuestra rutina diaria, algunas personas han perdido circunstancialmente también su trabajo, que es una pérdida moderada, y otras personas desgraciadamente, han perdido a un ser querido, lo cual implica una pérdida grave. E incluso encontramos familias que están sufriendo al mismo tiempo estos tres tipos de pérdidas, con lo que todo ello supone para la salud mental de las personas y familias.
En la crisis del Coronavirus, el fallecimiento de un ser querido desgraciadamente implica un acontecimiento traumático, por las características implícitas del confinamiento, ya que perdemos la oportunidad de acompañar a nuestro ser querido en sus últimas horas, y también perdemos la posibilidad de despedirnos de él/ella, suprimiendo nuestro particular ritual funerario tradicional, que es tan necesario para realizar un proceso de duelo sano. Por lo que también estamos perdiendo la posibilidad de sentirnos acompañados y sostenidos por todos nuestros amigos y familiares en un momento tan duro de nuestra vida. Además, se pierde nuestra posibilidad de decidir qué tipo de funeral deseamos para despedirnos, respetando la voluntad del fallecido.
Por otro lado, desgraciadamente existe otra realidad, y es que también perdemos la posibilidad de sentir un mínimo de control sobre lo que estamos experimentando, ya que por las circunstancias la experiencia se ve rodeada de mucha incertidumbre, que a veces impide saber siquiera, cómo está nuestro ser querido, e incluso se dan casos de no saber dónde está, en caso de haber fallecido (en situaciones en las que nuestro familiar vive solo y lejos, o que esté en una residencia, o que esté hospitalizado, etc.). Es por todas estas circunstancias fortuitas, por las que un duelo por covid-19 se asemeja tanto en sus características, a un duelo por desaparición (como en catástrofes naturales, guerras, secuestros, etc.).

Por nuestra forma natural de funcionar, nuestro cerebro, sin nosotros ser conscientes, da por hecho que nuestro mundo no va a cambiar, que todo permanecerá estable. Las expectativas naturales que por lo general tenemos en referencia al fallecimiento de un ser querido, generalmente son:
1. Enfermedad por envejecimiento.
2. Acompañamiento a nuestro ser querido en ese proceso de envejecimiento y su última enfermedad.
3. Y finalmente el fallecimiento, la realización del funeral como ritual de despedida y el inicio del duelo.

Por lo que, la interrupción de estas expectativas naturales provoca un impacto negativo en el proceso de duelo, sobre todo en sus primeras fases, ya que se produce una violación del mundo tal y como lo teníamos asumido. Nadie espera vivir este tipo de circunstancias. Es algo que nunca hubiéramos imaginado.

Las fases naturales del duelo se dividen en tres etapas troncales: evitación, confrontación y reajuste. Estas fases se pueden subdividir más específicamente en las siguientes etapas:

1. Shock psicológico y emocional. Bloqueo. Sensación de estar viviendo una pesadilla de la cual no se despierta. Sensación de incredulidad o de irrealidad.
2. Negación de la realidad. Imposibilidad de asumir la pérdida del ser querido.
3. Enojo, Rabia, Rebelión. Sensación de injusticia.
4. Adjudicación de Culpas. Sentimiento personal de culpa, y/o culpar a otros.
5. Tristeza. Pena profunda, depresión.
6. Resignación hacia la pérdida, y más adelante en el tiempo, aceptación de la nueva realidad.
7. Perdón, reconciliación con uno mismo, con los demás y con la vida.
8. Re-significación de la pérdida. Ahora siento a mi ser querido conmigo, aunque no sea físicamente y lo siento desde la calma, desde el amor, y sin angustia.

¿CÓMO PODEMOS AFRONTAR EL DUELO POR COVID-19, EN CONFINAMIENTO DE LA MANERA LO MÁS SANA POSIBLE?

 Para empezar, es primordial señalar la importancia de aceptar nuestras emociones. Permitirnos sentirnos abrumados, bloqueados, angustiados, impotentes, rabiosos, indignados y con una profunda tristeza. Todas estas sensaciones son reacciones normales ante la pérdida de un ser querido, y en nuestras circunstancias dichas emociones se ven amplificadas por la situación de confinamiento y todo lo que ello conlleva a nivel emocional.

 Por ello será muy importante respetar la decisión de los familiares más allegados al fallecido. Ya que habrá personas que necesiten hacer un ritual funerario improvisado en casa con los pocos recursos de los que dispongamos en confinamiento, y más adelante cuando las circunstancias lo permitan realizar el funeral como nuestra cultura acostumbra. Por otro lado, existirán personas que prefieran directamente esperar a que termine el confinamiento para hacer el ritual funerario tradicional, sin necesidad de adelantar en casa ningún ritual alternativo de despedida.

 Es esencial que podamos permitirnos llorar, Y expresar lo que sentimos. Y si necesitamos compartirlo, hacerlo con las personas con las que convivamos o contactar por teléfono o videollamada con otros familiares y amigos que puedan escucharnos, consolarnos y sostenernos en la medida de lo posible.

 Si sentimos la necesidad de realizar un ritual funerario con los recursos que el confinamiento nos permite, podemos realizar ciertos actos que representen o simbolicen la expresión de nuestra pérdida, ya que nos vemos obligados a aplazar nuestro ritual funerario tradicional. En este sentido podemos escribir una carta dirigida a nuestro ser querido o al resto de familiares y amigos, en recuerdo y en honor al fallecido, donde podemos expresar nuestro agradecimiento, nuestros recuerdos y experiencias con él/ella, y nuestros sentimientos, honrándolo en esta improvisada despedida. Podemos leer dicha carta en una reunión con las personas con las que estamos conviviendo, y si nos apetece podemos leer virtualmente dicha carta con otros miembros de la familia y amigos con los que no convivimos, y es posible que también a ellos les pueda apetecer escribir otras cartas y hacer una reunión virtual a través de las nuevas tecnologías y leerlas en conjunto. Este acto podría darnos la oportunidad de compartir nuestra experiencia y emociones con los demás, en el momento en el que más lo necesitamos.

 Por otro lado, es posible que necesitemos aislarnos, sentir el dolor en la intimidad, en soledad. En este caso pediremos a nuestros familiares y amigos respeto por nuestra necesidad, e intentaremos buscar un lugar de nuestra casa, en donde nos podamos desahogar y estar con nosotros mismos y nuestro dolor, recordando a nuestro ser querido fallecido. En este sentido nos puede ayudar y servir como ritual funerario de despedida, acondicionar un pequeño espacio de nuestra casa en donde podamos poner una o varias fotos de nuestro ser querido fallecido, con flores, incienso o lo que nos resulte más apropiado en consonancia con nuestras creencias y con las creencias del fallecido, y hacer un altar simbólico en el que nos podamos retirar para sentir la presencia de nuestro ser querido y poder rendirle homenaje en la intimidad.

 En esta situación tan peculiar de confinamiento y duelo, puede ser normal que nos asalten de forma intrusiva y repetitiva, imágenes concretas, pensamientos y emociones negativas, sin que podamos ejercer un acto voluntario para controlar dicho fenómeno. Sintiéndonos impotentes y abrumados, con la cabeza embotada y como fuera de la realidad. Algunos ejemplos de estas sensaciones pueden ser los siguientes: me viene a la cabeza la imagen de la última vez que vi a mi ser querido con vida, o incluso me pueden asaltar imágenes fantaseadas de su sufrimiento en el hospital o imágenes reales de su sufrimiento en casa antes de fallecer, o ya fallecido. Los ejemplos de pensamientos intrusivos pueden ser el pensar que “podría haber sido de otra manera”, o pensar que “teníamos que haber actuado de otra forma”. En cuanto a las emociones nos puede asaltar la culpa por “no haber hecho ciertas cosas”, o por lo contrario “por haber hecho ciertas cosas”, también podemos sentir mucha rabia o sensación de injusticia, por cómo ha sucedido y está sucediendo todo, y por supuesto también nos aborda la tristeza profunda e incluso dolor físico por la intensidad del dolor emocional. Otras muchas emociones se pueden presentar mezcladas unas con otras (impotencia, desolación, desesperanza, indignación, soledad, desamparo…), sintiendo también mucha confusión y aturdimiento emocional.

 Por otro lado, podemos experimentar pesadillas, alteración del sueño, nerviosismo, irritabilidad, cambios de humor, alteración del apetito, y evitación de ver ciertos recuerdos, o de hablar de ciertos temas, o ver ciertas noticias. Todas estas sensaciones, son síntomas característicos del estrés postraumático, común en el proceso de duelo y más específicamente en fallecimientos por covid-19.

 Es necesario asumir que todas estas sensaciones son pasajeras, y debemos permitirnos sentirnos así durante un tiempo (no más de tres a seis meses, si dichas sensaciones continúan, sería conveniente pedir ayuda psicológica a un profesional sanitario).

 Es importante ser comprensivos y tolerantes con nosotros mismos y con nuestro propio proceso de duelo, cada persona lo va a elaborar de forma distinta. No hay un patrón fijo, por eso es importante el auto-respeto y el respeto hacia cómo los demás llevan su dolor. Cada cerebro funciona de forma distinta, según su base o predisposición genética y sobre todo según las experiencias que se hayan tenido a lo largo de la vida.

 Por reglas generales ante una pérdida, el cerebro necesita un periodo de adaptación, para asimilar la nueva realidad, y es necesario que nos demos ese tiempo en el cual nuestros circuitos neuronales aprenden a vivir con la ausencia de nuestro ser querido, y transformar nuestra relación con él/ella, que ya no será física-presencial, sino una relación emocional y espiritual, desde los recuerdos, desde sus enseñanzas y desde el amor que nos deja para siempre.

 El sistema de apego se hiperactiva cuando un ser querido fallece (el vínculo afectivo se reaviva, sintiendo de manera más intensa, nuestro cariño, nuestro amor por nuestro ser querido, y la necesidad de tenerlo cerca), por lo que también se hiperactiva de forma inconsciente nuestro sistema de búsqueda (búsqueda de contacto físico, de protección, de cercanía). Por eso, nos pillaremos a nosotros mismos buscando “señales” que nos conecten de alguna manera a él/ella (como un arco iris, una música, una foto, un objeto personal del difunto, una prenda de vestir…). Es necesario auto-comprenderse y aceptar sin prejuicios ni autocríticas, que estos mecanismos son inconscientes e inherentes al ser humano, por lo que es natural sentirse así durante un periodo de tiempo.

 Cuando se inicia la hiperactivación de estos dos sistemas, probablemente sintamos la necesidad de reunir algunas pertenencias como fotos, prendas de vestir, utensilios, etc., de nuestro ser querido. En este punto puede sernos útil como ritual funerario preparar una cajita y llenarla con todo lo que nos recuerde a él/ella. Podemos poner esta caja en un lugar representativo de nuestra casa, y visitarla cuando sintamos la necesidad de sentirnos cerca de nuestro ser querido. También podemos ir incluyendo en el interior de la caja algún escrito, un diario de cómo nos vamos sintiendo, alguna flor, un pañuelo con nuestros besos…y todo aquello que tenga un sentido para nosotros.

 La hiperactivación de estos dos sistemas ocurre tanto en adultos como en niños, por lo que es parte esencial del duelo en una familia, integrar a los niños en dicha vivencia, siempre adaptando toda la información a su edad. Para realizar el ritual funerario cuando hay niños en la familia, puede ayudar que el menor haga un dibujo o una pintura, un cuento, una poesía o una carta, componerle una melodía o una canción a nuestro ser querido. En estas actividades los adultos también pueden participar, según sean sus necesidades y según se sienta la necesidad de expresar el dolor a través del canal de la escritura, la música o cualquier otro medio, que sea coherente con nosotros mismos y nos haga sentir mejor.

Para concluir es importante recordar que las emociones siempre tienen un sentido y son inherentes al ser humano. Y en circunstancias como estas, en las que perdemos a un ser querido en confinamiento, nuestro Sistema Límbico (es el sistema que regula las emociones a nivel cerebral) se hiperactiva, generando múltiples emociones.

Que las emociones nos sirvan de canal de expresión de nuestro dolor, permitámosnos sentirnos abatidos, sentirnos solos y enfadados, nuestro cerebro está reaccionando a una realidad muy dura, y es necesario aceptar nuestra reacción como algo natural, a pesar de ser duro sentirse tan mal. A través de lo que sentimos, podemos estar en contacto con nosotros mismos, y ofrecernos un trato de respeto, de cariño y de tolerancia, empleando grandes dosis de autocompasión, siendo coherentes con nuestro sentir y estando continuamente muy cerquita de nosotros mismos, y así también poder estar muy conectados a los que nos rodean. Será importante permanecer unidos emocionalmente a nuestros familiares y amigos, formando una red de autoayuda, en donde todos mutuamente, podremos sostenernos y acompañarnos en este duro proceso.

TODO EL EQUIPO DE GIRÁLDEZ PSICÓLOGOS NOS SOLIDARIZAMOS CON LAS VÍCTIMAS Y LOS FAMILIARES QUE HAYAN PERDIDO UN SER QUERIDO POR CORONAVIRUS, OS ACOMPAÑAMOS EN VUESTROS SENTIMIENTOS